
Martes y fútbol, no cualquier fútbol hermanos, la semifinal de la champions. Barcelona-Chelsi. Llevo hablando del partido con mis colegas en el trabajo todo el día. No tengo ni uno que le interese el fútbol, el mundial, el europeo, alguna final que tal, pero en general ni se inmutan.
Este deporte me ha cautivado desde muy pequeño. Mi problema es que mi conocida falta de constancia hace que nunca he podido saber mucho de fútbol. Conozco a los jugadores más conocidos de cada equipo, bueno, de los importantes. Sigo los torneos y ligas y alguna idea tengo de las clasificaciones pero nada comparado a un verdadero seguidor del fútbol (y para que os hagáis una idea de que tipo de persona hablo sólo tenéis que preguntar a Rubén sobre alguna alineación o resultados de alguna temporada).
Pensar en ver un partido de fútbol, sea por la televisión o en directo hace que flipe! Quedan 90 minutos de fútbol, 90 minutos! Me pongo nervioso, me mola, lo preparo todo para el acontecimiento y la verdad es que siempre me sorprende. Por mucho que los equipos entrenen, el fútbol es en directo. Las variables controlables no son las mismas que en cualquier otro espectáculo. Es lo cautivador de un deporte como el fútbol. Sabemos que pueden hacer grandes cosas, crear espacios para la mejor jugada ofensiva, un drivlin fantástico, un gol inesperado nacido de un pie accionado a 40 metros de la portería. Hemos visto repeticiones, tenemos partidos en la memoria, jugadores que sabemos son capaces de todo y más, y aún así, parece que va a ser imposible que lo hagan y nos lo regalen.
En este partido también hubo jugadas de este tipo y me sorprende cada vez como si fuera la primera. La magia del fútbol radica en esa imprevisibilidad, en el saber que pueden hacerlo y no creértelo del todo, en que te sorprendan, y lo hacen, normalmente lo hacen.
Michel al Getafe... que decir, seguro que hace lo mismo que con Valderrama.
Tenía un comentario chulísimo y se fue a... (a no se donde). Vuelvo a empezar. Estoy de acuerdo contigo en la magia del fútbol. No hace falta saber el nombre de los jugadores, de los entrenadores ni de la madre que los parió (aunque haya que acordarse de ella). Da igual, sólo hace falta sentir un cosquilleo, identificarte con unos colores y a soñar, quiero decir a kemar mañana el Bernabeu. Creo que se nota un poco la posición culé. Pues eso, espero poder celebrar mañana el campeonato de liga con un buen cava catalán y muy cerquita del santuario del Barça, si es posible, y si no tampoco se va a estar mal por el Born, nuestra casa este fin de semana. Lo siento por las envidias que va suscitar mi comentario, sobre todo en la familia catalana en Estocolmo, pero brindaremos también por ellos.
ResponderEliminarMuchos besos y muchos goles. Sara.
Estoy más que acojonado, fin de semana en Barcelona, con una culé y ¡yo sin poder gritar los goles a favor del blanco!, llevo toda la mañana consultando los periódicos, tanto nacionales como del país de los culés en busca de un lugar donde ver el partido, porque yo tenía pensado que un viaje a una de las ciudades más importantes del mundo sería cultural, y ¡oh! decepción, la visita se ha pasado no sé como, de cultural a culé y cualquiera dice algo.
ResponderEliminarEn fin que se le va ha hacer, habrá que resignarse y dejar que siga/n con la ilusión del !!triunfo¡¡ je, je, je.
Ya te contaré ¡ ¡BISKA! EL MADRID!
Del fútbol sólo puedo decir una cosa: NO ME GUSTA. Ya le comenté una vez a Sergio, creo que el deporte nacional, aunque me sigue gustando más utilizar el adjetivo estatal, es como ese juego de ordenador que no recuerdo como se llama pero que consiste en hacer rebotar una pelota que golpea una pared de ladrillo y va rompiéndola con el fin de empezar de nuevo con otra pared más complicada... en fin, que en mi mente metafórica esa pared es el cerebro de los televidentes o espectadores del partido en cuestión y esa pelota que golpea destroza sus conexiones neuronales con cada golpe.
ResponderEliminarPerdonad los seguidores y aficionados pero quizás este posicionamiento se deba a mi infancia, a vivir durante muchos años rodeado de fútbol, a tener que llevar el equipo completo (botas incluidas) del Real Madrid sin haberlo pedido para reyes, de ver todos los partidos de fútbol fuesen del equipo que fuesen por televisión mientras daban mi serie favorita en el otro, de ir todos los domingos a ver los partidos en el campo de fútbol del barrio en lugar de ir a la playa, de aguantar durante toda la escolarización partidos entre profesores y alumnos como gran actividad escolar de fin de curso...
Hay traumas que no se superan ni con terapia de choque. Prometo que lo intenté, intentaba sentir ese hormigueo, esa identificación con esos colores, intenté aprenderme los himnos, incluso las alineaciones, compré cromos y álbunes y hasta me tragué el España-Malta sin saber porqué lo hacía... y aún, ni por esas, no puedo decir que el fútbol me gusta.
Que duro tiene que ser que no te guste el fútbol. No por el contexto futbolero en el que uno crece, sino por no poder tener ese sentimiento grupal tan basal y básico que eventos como el fútbol despierta. Sin filosofar entorno al juego, como haría Valdano, me cuesta creer que una persona humana pueda llegar a la terrible conclusión de que no le gusta el fútbol. Quizás porque no lo veo como una pregunta o duda, te gusta y punto, te enamora, y punto, te cautiva, y punto. No es una duda que uno intenta resolver con la ayuda del otro. No es una pregunta a responder, es un echo, algo dado y heredado, existe y gusta. Te puede apetecer hacer otra cosa, yo mismo dejo de ver grandes encuentros futbolísticos por hacer cosas o estar con gente que implique la pérdida del visionado (del partido digo, el visionado alternativo lo considero en ese momento mucho más importante, si no estaría viendo el fútbol!). Pero el fútbol me gusta tanto que puedo dejar de verlo porque sé que está ahí, que lo tengo en otros momentos, no se muere ni desaparece. Soy capaz de no priorizarlo.
ResponderEliminarNo castiguemos al fútbol, ni a operación triunfo, ni al Moreno. No demonicemos la magia del balón pie. Todos necesitamos nuestro espacio para coger aire y desactivar gran parte de nuestras neuronas. Lo mismo que un gran libro para mi madre es un crucigrama para mi abuela nené, la gala del sábado para mi abuela Sara, Una película de Janeque para mi santa hermana o planchar viendo al Madrid para mi padre. El fútbol no destroza, crea, recupera, hace sentir, nos acerca a la vida y a la muerte en cada jugada.
Más ficas de grupo para hablar de nada, sin preocuparse de que no se hace nada! Puede que ese sea uno de los problemas, el miedo a la nada, como Bastian en la historia interminable. No le temas, disfrútala, no sufras poniendo el control de tu mente en algo externo. Déjate, anúlate, súmate al gtupo y pierde tu individualidad. Ya lo apunta Punset, Somos cromosomos y no como somos. Cásate con alguna bandera. Te adoro.
Sergio
Como bien dices somos cromosomos y esto mío debe ser algo de algún cromosoma perdido que me hizo antifutbolero. Pero bueno, no desanimo, con lo de la manipulación genética me apunto el primero y que me inyecten uno de esos cromosomas, bueno, si puede ser el de Beckham, que ya puestos... ahora que me fijo... algo bueno tiene el futbol.
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